Opinión

La decadencia del deporte federado en México

Nelson Vargas

Por años, el deporte federado en México ha sido víctima de una serie de decisiones políticas que lo han dejado sin rumbo, sin vigilancia y sin futuro. La pregunta que hoy debemos hacernos con urgencia es: ¿cuántas federaciones deportivas nacionales están en crisis? La respuesta es alarmante: muchas. Pero lo más grave es que no parece haber voluntad para revertir esta decadencia.

Desde la administración de Jesús Mena, y con el impulso de personajes como Felipe Muñoz y Gerardo Liceaga, se impuso una Ley General de Cultura Física y Deporte que fue hecha más por venganza política que por una verdadera visión de desarrollo.

El objetivo fue claro: desaparecer a la Confederación Deportiva Mexicana (CODEME), que fue presidida por el teniente coronel Alonso Pérez González (q.e.p.d.), una institución con más de 80 años de historia, que se  encargaba de vigilar y dar coherencia a la gobernanza de las federaciones.

Con la desaparición de la CODEME, el sistema colapsó. Lo que quedó fue un cascarón institucional, sin  presupuesto, sin dirección y con un edificio abandonado en Churubusco como triste símbolo de lo que fue.

A partir de ese momento, las federaciones nacionales quedaron a la deriva, muchas convertidas en reinos  autónomos, sin rendición de cuentas ni reglas claras.

Entre 2012 y 2018, durante el sexenio en el que la Conade vivió una parálisis institucional, el deporte comenzó una descomposición evidente. Y, en lugar de corregir el rumbo, el periodo más reciente, bajo la dirección de  Ana Gabriela Guevara, profundizó la crisis, ya que no solo falló en reordenar el sistema, sino que se volvió parte del problema al quedar alejada del interés rea l del desarrollo deportivo.

La Federación Mexicana de Natación es hoy uno de los casos más ilustrativos de esta decadencia. Fundada hace más de ocho décadas, ha sido desconocida por World Aquatics y se encuentra en un limbo jurídico: sin  patrimonio, sin sede oficial y dividida en estructuras improvisadas para cubrir el vacío legal. La natación mexicana, que llegó a ser potencia regional, hoy vive uno de sus peores momentos históricos.

Y no es el único caso. Otras federaciones, como la de taekwondo —de donde surgieron medallistas olímpicos como Víctor Estrada, Óscar Salazar y María del Rosario Espinoza— también enfrentan problemas graves. ¿Cuántas más están operando sin claridad legal, sin transparencia financiera y sin rumbo deportivo? Nadie lo sabe con certeza. Ni la Conade ni la Secretaría de Educación Pública, que debería supervisarlas, han asumido su responsabilidad.

Sabemos que tienen grandes problemas federaciones como la de atletismo, esgrima, ciclismo, tiro con arco, y que hay otras, como pentatlón moderno y béisbol, que también podrían tenerlos.

El famoso COVED —Consejo de Vigilancia Electoral Deportiva—, creado para vigilar el funcionamiento de las federaciones, simplemente no opera. Nadie sabe quién lo integra, qué funciones tiene o qué resultados ha generado. Es un órgano fantasma. Mientras tanto, el deporte mexicano se sigue desmoronando.

La raíz del problema está en que la actual Ley General de Cultura Física y Deporte es obsoleta, ineficaz e ignorada por quienes deberían aplicarla. México necesita una nueva legislación que devuelva el orden, la vigilancia y el respaldo institucional al deporte federado. Necesita una estructura que asegure transparencia en las federaciones, profesionalización de sus directivos y procesos de selección y competencia justos.

Hago un llamado directo a los legisladores, especialmente a quienes encabezan las comisiones del deporte, para que tomen este tema con la seriedad que merece. No se trata de colores partidistas ni de intereses personales. Se trata del futuro del deporte mexicano.

Cada día que pasa sin una reforma estructural, perdemos más atletas, talento, prestigio internacional y esperanza. Es momento de actuar. La crisis es profunda, pero aún estamos a tiempo de rescatarlo.