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Gobierno de México garantiza legalidad y justicia laboral

Durante la conmemoración del Día del Trabajo, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que el Gobierno de México afianza los derechos laborales con justicia y libertad sindical.

“Pueden estar seguros de que bajo los mismos criterios de legalidad, democracia, libertad sindical y justicia para los trabajadores, nos seguiremos conduciendo en el resto del tiempo que nos queda de mandato. (…) Somos distintos porque somos libres y somos demócratas, pero nos debe unir siempre, y eso es lo que estamos demostrando, el amor al pueblo y a la patria”, subrayó ante integrantes sindicales del país.

En el Salón de la Tesorería de Palacio Nacional, aseguró que la federación actúa con independencia “como verdadero juez y no está sólo al servicio de empresarios o de banqueros”.

En cuatro años del Gobierno de la Cuarta Transformación, el salario mínimo aumentó en 90 por ciento en términos reales, incrementó el reparto de utilidades y hay condiciones favorables para que los trabajadores democraticen sus sindicatos mediante el voto libre y secreto, destacó.

Al mismo tiempo, dijo, los servidores públicos de la Secretaría del Trabajo no son impuestos por los potentados, no se permiten abusos contra los asalariados y los contratos colectivos se someten a consulta con los obreros, en contraste con sexenios anteriores.

El mandatario refrendó su apoyo y solidaridad a la clase trabajadora, la cual no presenta huelgas ni protestas sindicales desde el inicio de su gestión, gracias a las políticas de bienestar del sector obrero.

“Estoy seguro de que continuaré contando con ustedes y con el apoyo de la clase obrera de México, con su cooperación y con su solidaridad. De mi parte, ustedes siempre encontrarán extendida mi mano abierta y franca en señal de amistad y compañerismo”, aseveró.

El jefe del Ejecutivo señaló que esta fecha conmemorativa es un símbolo de resistencia de la clase obrera del mundo y de México.

Durante su discurso recordó: “Se recuerda a los mártires de Chicago. (…) No debemos olvidar que hace 137 años ocho obreros, migrantes en su mayoría, fueron injustamente procesados por exigir de manera pacífica el derecho a la jornada laboral de ocho horas”, expuso.

“Aquí en nuestro país expresamos hoy nuestra más sincera admiración y respeto a quienes lucharon, entregando hasta sus vidas, por mejorar las condiciones salariales y laborales de la clase trabajadora”, añadió.

Mencionó que la lucha laboral en el país logró un orden social de mayor justicia tras la Revolución Mexicana, como el surgimiento del Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), entre otros organismos de apoyo a la clase obrera.

“Ninguno de estos derechos existía en el porfiriato; es indudable que la lucha del pueblo por su emancipación, acompañada por las sinceras convicciones de sus dirigentes, dio lugar a conquistas sociales muy importantes que marcaron con claridad la diferencia entre el periodo revolucionario y el porfiriato”, rememoró.

Hoy, primero de mayo, Día del Trabajo, se recuerda a los mártires de Chicago como símbolo de lucha y resistencia de la clase obrera en el mundo; no debemos olvidar que hace 137 años ocho obreros, migrantes en su mayoría, fueron injustamente procesados por exigir de manera pacífica el derecho a la jornada laboral de ocho horas; a cinco de ellos se les sentenció a la pena capital. Todos los historiadores contemporáneos coinciden en que eran inocentes de los delitos que les fueron imputados, que los juicios fueron una farsa, que las ejecuciones fueron un escarmiento dirigido a desalentar a quienes luchan por sus derechos legítimos y que se creó contra ellos un clima social de linchamiento, no muy distinto al que a veces intentan producir algunos políticos y gobernantes contra los migrantes en Estados Unidos. Sobre los mártires de Chicago, José Martí escribió unas palabras que bien pueden aplicarse a la inmensa mayoría de quienes se ganan el pan fuera de sus países de origen, decía Martí: “Estos no son felones abominables, sedientos de desorden, sangre y violencia, sino hombres que quisieron la paz, y corazones llenos de ternura, amados por cuantos los conocieron y vieron de cerca el poder y la gloria de sus vidas”.

Aquí en nuestro país también expresamos hoy nuestra más sincera admiración y respeto a quienes lucharon y entregaron hasta sus vidas, por mejorar las condiciones salariales y laborales de la clase trabajadora.

Además de los bajos salarios, las condiciones laborales durante el porfiriato fueron infames. Abundan los testimonios de maltrato y de jornadas de 16 horas; a las mujeres se les pagaba menos que a los hombres; se recurría al trabajo infantil para abaratar la mano obra y no se contaba con ninguna prestación adicional al salario; ni un día de descanso remunerado, vacaciones, indemnización por accidentes de trabajo, no había pensiones ni jubilación, nada, absolutamente nada. El cónsul inglés Carden, en su informe de 1896 a los industriales de Manchester, calculaba que 12 por ciento de los obreros de las fábricas textiles de México eran niños de ambos sexos. No está de más subrayar que no existían leyes laborales para impartir justicia en la relación obrero-patronal; todo quedaba bajo el control de empresarios excesivamente ambiciosos y despiadados, y eran muy pocos, contados los industriales con sentimientos humanitarios.

Sin embargo, no habían ninguna respuesta, el gobierno evadía su responsabilidad social porque no había justicia social, el gobierno era un simple comité al de una minoría rapaz, al servicio de potentados. Por eso fueron de gran trascendencia las huelgas de Cananea y Río Blanco, así como la Revolución Mexicana, movimiento emprendido por los trabajadores y por el pueblo en contra de los potentados, de los gobernantes autoritarios, de la dictadura, de la prensa oficial y oficiosa y de los “científicos”, como se llamaba a los intelectuales al servicio del régimen porfirista.

Existen varias versiones de los hechos del 7 de enero de 1907; unos coinciden en que, en esa fecha, en un ambiente de hambre, desesperación y cansancio, un grupo de obreros se confrontó con empleados de la tienda de raya del francés Víctor Garcín o García; según otros historiadores, los trabajadores arrojaron piedras contra el almacén, les dispararon desde adentro y dos obreros cayeron muertos.

Esto desata un motín, la gente incendia la tienda de raya y la violencia se desborda a medida que una multitud invade las tiendas de raya en todo el corredor textilero. El gobierno lanza una represión brutal por parte del ejército, que es reforzada al día siguiente con la llegada del subsecretario de Guerra al que acompañan soldados de la ciudad de México y del estado de Veracruz. Las tropas federales abren fuego sobre los manifestantes, hay fusilamientos, son detenidos alrededor de 300 trabajadores y un periodista asegura que “el número de víctimas fue de entre 650 y 700 personas.

En el archivo privado de Porfirio Díaz hay un reporte en el cual le informan que el primero de junio de 1907, cinco meses después de la matanza, el vapor Progreso zarpa de Veracruz con 16 dirigentes obreros deportados a Quintana Roo, entonces la Siberia tropical de México; y días más tarde llevan a 22 más a ese que era infierno verde.

En realidad, la brutal represión de Río Blanco y la zona textilera de Orizaba dejó abierta una gran herida en el país y produjo un profundo resentimiento contra Porfirio Díaz, que luego de años de silencio llevaría a muchos mexicanos a respaldar la campaña maderista y a empuñar las armas en la Revolución.