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Layda Sansores no gobierna, se dedica a dar espectáculo

Francisco Javier Vázquez Burgos

El gobierno de Layda Sansores en Campeche pasará a la historia no por sus logros, sino por su capacidad de convertir la administración pública en un reality show político donde las formas importan más que los resultados, y donde la confrontación permanente es la única estrategia visible. Desde el primer día, Layda optó por gobernar con el reflector en la mano, usando su tribuna semanal para ventilar chismes políticos, exhibir conversaciones privadas y atacar opositores. Ese estilo mediático puede darle clics y aplausos entre los suyos, pero deja a Campeche sumido en un vacío de liderazgo y gestión que se refleja en las cifras de pobreza, inseguridad y rezago social que no paran de crecer.

Sin embargo, lo verdaderamente alarmante no es el espectáculo mediático, sino el desastre administrativo que ya está documentado por instancias como la Auditoría Superior de la Federación (ASF). El último reporte de la ASF sobre el ejercicio fiscal 2023 detectó irregularidades por más de 275 millones de pesos en el Gobierno de Campeche, una cifra escandalosa para un estado que requiere cada peso para combatir la pobreza, mejorar servicios básicos y garantizar seguridad.

Estas irregularidades no son errores menores. Se trata de pagos sin evidencia de bienes y servicios adquiridos, como telecomunicaciones en Seguridad Pública, pruebas de laboratorio en Salud, transporte escolar en Educación y hasta carpas para eventos en Turismo. Hay gastos sin documentación justificativa en Cultura y en la Secretaría de Gobierno, así como bienes destinados a programas sociales que nunca llegaron a los beneficiarios, incluyendo kits de quimioterapias y cirugías de cataratas prometidas por el DIF estatal.

La ASF revisó el 71.4% de las participaciones federales asignadas a Campeche y encontró que, al 31 de diciembre de 2023, el estado había ejercido apenas el 85.5% de esos recursos. Es decir, mientras Layda presume logros en sus programas, casi 1,200 millones de pesos se quedaron sin utilizar, a pesar de las carencias evidentes en salud, educación, seguridad y obra pública.

Lo que Campeche necesita es un gobierno que administre con seriedad y visión de futuro, no con ocurrencias ni improvisaciones. Urge un plan real para detonar el desarrollo económico, diversificar la economía y crear empleos; pero, sobre todo, un gobierno que rinda cuentas claras y deje de tratar el dinero público como caja chica de su grupo político.

El caso de Layda Sansores es un ejemplo perfecto de cómo el discurso de la transformación puede ser solo una pantalla para encubrir los mismos vicios de siempre. Prometieron acabar con la corrupción, pero hoy las observaciones de la ASF demuestran que la opacidad y el desorden financiero están más vivos que nunca. Prometieron cercanía con la gente, pero lo único cercano son los pleitos personales que cada semana protagoniza la gobernadora en su show.

Y mientras Layda juega a ser influencer nacional, Campeche sigue en el olvido. La inseguridad ha crecido, el desarrollo económico está estancado y las oportunidades para los jóvenes campechanos son cada vez más escasas. Layda gobierna como si Campeche fuera su propiedad privada, donde las decisiones se toman desde la ocurrencia y el capricho, no desde el análisis técnico ni la planeación responsable.

El problema es más grave porque Layda no gobierna sola, lo hace rodeada de un grupo de operadores políticos reciclados, que ven al gobierno como botín electoral y no como un instrumento de transformación real. Mientras tanto, la ciudadanía sigue esperando hospitales funcionales, escuelas dignas, calles seguras y empleos bien pagados.

En suma, el gobierno de Layda es una mezcla tóxica de opacidad, frivolidad y negligencia, donde las prioridades son el espectáculo y el ajuste de cuentas político, mientras las necesidades reales de Campeche se dejan para después. Es momento de que Layda Sansores deje el show, rinda cuentas claras y gobierne con seriedad, porque lo que está en juego no es su popularidad en redes, sino el futuro de un estado que merece mucho más.