Mónica Torres, primera medallista olímpica de taekwondo
Francisco Martínez Hernández
La atleta pionera del taekwondo femenil, Mónica Torres Amarillas, agradeció a la Conade, por la edición del libro Premios Nacional del Deporte 1975-2020, en el que hace su aparición en el año 1989, tras obtener la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos Seúl 1988 y la insignia de plata del Campeonato Mundial 1989.
La egresada de la licenciatura y el doctorado en Derecho, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), conquistó sendas medallas de bronce en los Juegos Olímpicos Seúl 1988 y Barcelona 1992, además de ganar dos preseas en Campeonatos Mundiales, luego de iniciar en su adolescencia a practicar este deporte, a escondidas de su padre, motivada por las películas de Bruce Lee, que vio en su infancia, en las que el asiático mostraba “un pateo muy innovador”.
“Recibí el Premio en el año de 1989, a mí me tocó ser pionera en el taekwondo, una disciplina que, en aquel entonces, casi en un 90 por ciento era practicada por hombres, no había campeonatos para mujeres, a veces ni siquiera a nivel nacional.
“En ese entonces era, más que un deporte, un arte marcial, era una competencia muy dura, pero fuimos empujando en los torneos desde cero, hasta que un día, en 1986 se hizo una primera selección nacional”, rememoró la primera mujer mexicana en ganar una medalla de taekwondo en Juegos Olímpicos.
“El siguiente año se anuncia que será el primer Campeonato Mundial Femenil de Taekwondo en Barcelona, se realiza el primer selectivo femenil en 1987, pero no hubo presupuesto para enviarnos al evento, sin embargo, la comunidad del taekwondo de la UNAM, mi familia y conocidos me apoyaron y llegué al Mundial, en donde gané el segundo lugar en la categoría Fin, que era menos de 43 kilogramos. Antes de ir, recuerdo que nos decían, ‘ustedes nunca le van a ganar a una asiática o una europea’”.
En ese Mundial, Mónica Torres recibió la noticia de que el taekwondo estaría contemplado para los Juegos Olímpicos Seúl 1988, como deporte de exhibición, en donde luego de concentraciones y entrenamientos de siete horas diarias y superar de nuevo la falta de apoyos, logró conquistar la primera medalla femenil para México en esta disciplina.
A su regreso de Seúl le tocó competir en el primer Campeonato Femenil Panamericano en Perú, donde conquistó la presea de oro y en 1989 asistió con el apoyo de la recién creada Conade, al segundo Campeonato Mundial Femenil, donde ganó la medalla de plata, tras lo cual la UNAM la postuló para el Premio Nacional de Deportes, galardón que ganó, para convertirse en la primera exponente de la disciplina (hombre o mujer) en conseguir el máximo reconocimiento nacional a un deportista.